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Estoy triste y mis ojos no lloran (Juan Ramón Jiménez)

Estoy triste y mis ojos no lloran
Juan Ramón Jiménez

Estoy triste, y mis ojos no lloran
y no quiero los besos de nadie;
mi mirada serena se pierde
en el fondo callado del parque.

¿Para qué he de soñar en amores
si está oscura y lluviosa la tarde
y no vienen suspiros ni aromas
en las rondas tranquilas del aire?

Han sonado las horas dormidas;
está solo el inmenso paisaje;
ya se han ido los lentos rebaños;
flota el humo en los pobres hogares.

Al cerrar mi ventana a la sombra,
una estrena brilló en los cristales;
estoy triste, mis ojos no lloran,
¡ya no quiero los besos de nadie!

Soñaré con mi infancia: es la hora
de los niños dormidos; mi madre
me mecía en su tibio regazo,
al amor de sus ojos radiantes;

y al vibrar la amorosa campana
de la ermita perdida en el valle,
se entreabrían mis ojos rendidos
al misterio sin luz de la tarde...

Es la esquila; ha sonado. La esquila
ha sonado en la paz de los aires;
sus cadencias dan llanto a estos ojos
que no quieren los besos de nadie.

¡Que mis lágrimas corran! Ya hay flores,
ya hay fragancias y cantos; si alguien
ha soñado en mis besos, que venga
de su plácido ensueño a besarme.

Y mis lágrimas corren... No vienen...
¿Quién irá por el triste paisaje?
Sólo suena en el largo silencio
la campana que tocan los ángeles.


Juan Ramón Jimenez: España 1881 -  Puerto Rico 1958.
Poeta español

Al cumplir mis 36 años (Lord Byron)

 Al cumplir mis 36 años

Lord Byron
¡Calma, corazón, ten calma!
¿A qué lates, si no abates
ya ni alegras a otra alma?
¿A qué lates?

Mi vida, verde parral,
dio ya su fruto y su flor,
amarillea, otoñal,
sin amor.

Mas no pongamos mal ceño!
¡No pensemos, no pensemos!
Démonos al alto empeño
que tenemos.

Mira: Armas, banderas, campo
de batalla, y la victoria,
y Grecia. ¿No vale un lampo
de esta gloria?

¡Despierta! A Hélade no toques,
Ya Hélade despierta está.
Invócate a ti. No invoques
más allá

Viejo volcán enfriado
es mi llama; al firmamento
alza su ardor apagado.
¡Ah momento!

Temor y esperanza mueren.
Dolor y placer huyeron.
Ni me curan ni me hieren.
No son. Fueron.

¿A qué vivir, correr suerte,
si la juventud tu sien
ya no adorna? He aquí tu
muerte.

Y está bien.
Tras tanta palabra dicha,
el silencio. Es lo mejor.
En el silencio ¿no hay dicha?
y hay valor.

Lo que tantos han hallado
buscar ahora para ti:
una tumba de soldado.
Y hela aquí.

Todo cansa todo pasa.
Una mirada hacia atrás,
y marchémonos a casa.
Allí hay paz.

George Gordon Byron  1788 - 1824 Inglaterra
Poeta inglés, mas conocido como: Lord Byron

Tu nombre (Jaime Sabines)

 Tu nombre

Jaime Sabines

Trato de escribir en la oscuridad tu nombre.
Trato de escribir que te amo.
Trato de decir a oscuras todo esto.
No quiero que nadie se entere,
que nadie me mire a las tres de la mañana
paseando de un lado a otro de la estancia,
loco, lleno de ti, enamorado.
Iluminado, ciego, lleno de ti, derramándote.
Digo tu nombre con todo el silencio de la noche,
lo grita mi corazón amordazado.
Repito tu nombre, vuelvo a decirlo,
lo digo incansablemente,
y estoy seguro que habrá de amanecer.

Jaime Sabines: México 1929 - 1999

No rechaces los sueños por ser sueños (Pedro Salinas)

 No rechaces los sueños por ser sueños

Pedro Salinas

No rechaces los sueños por ser sueños
Todos los sueños pueden
ser realidad, si el sueño no se acaba.
La realidad es un sueño. Si soñamos
que la piedra es la piedra, eso es la piedra.
Lo que corre en los ríos no es un agua,
es un soñar, el agua, cristalino.
La realidad disfraza
su propio sueño, y dice:
Yo soy el sol, los cielos, el amor.
Pero nunca se va, nunca se pasa,
si fingimos creer que es más que un sueño.
Y vivimos soñándola. Soñar
es el modo que el alma
tiene para que nunca se le escape
lo que se escaparía si dejamos
de soñar que es verdad lo que no existe.
Sólo muere
un amor que ha dejado de soñarse
hecho materia y que se busca en tierra.

Sin voz desnuda

Sin armas. Ni las dulces
sonrisas, ni las llamas
rápidas de la ira.
Sin armas. Ni las aguas
de la bondad sin fondo,
ni la perfidia, corvo pico.
Nada. Sin armas. Sola.

Ceñida en tu silencio.
Sí y no, mañana y cuando,
quiebran agudas puntas
de inútiles saetas
en tu silencio liso
sin derrota ni gloria.
¡Cuidado!, que te mata
fría, invencible, eterna
eso, lo que te guarda,
eso, lo que te salva,
el filo del silencio que tú aguzas.

Pedro Salinas Serrano: España 1891 -  Estados Unidos 1951.

A la puesta del sol (Giacomo Leopardi)

 A la puesta del sol

Giacomo Leopardi

A la puesta del sol, la alegre niña
torna de la campiña
con su haz de yerba y el florido ramo
en que lucen al par violeta y rosa,
y que, inocente, apresta
para adornar gozosa
pecho y cabellos al llegar la fiesta.
A par con la vecina
siéntase a hilar en el umbral la anciana
volviendo el rostro al astro que declina,
y se transporta a la estación lejana
cuando, aún fresca doncella,
danzaba al terminarse la semana,
con sus amigas de la edad más bella.
El aire se obscurece,
se matizan de azul los horizontes,
y descienden las sombras de los montes
cuando la luna cándida aparece.
La torre de la villa
la fiesta anuncia, y sus alegres sones
bajan a confortar los corazones.
Sobre la plaza la vivaz cuadrilla
de rapaces gritando
y aquí y allí saltando,
alza rumor que anima y alboroza;
mientras silbando el labrador regresa
y sentado a su mesa
con el descanso que prevé, se goza.

Cuando el silencio con la sombra crece
y toda luz fenece,
oigo el martillo que tenaz golpea
en el taller, do el oficial se afana
por dejar terminada la tarea
antes de que despunte la mañana.

Este es de la semana
el más hermoso y el postrero día.
Mañana tornarán fastidio y pena,
y a la habitual faena
cada cual volverá como solía.

¡Jovencillo gracioso!
Tu dulce edad florida
es como un día de alborozo lleno,
día claro y sereno,
que precede a la fiesta de tu vida.
¡Goza, gózalo pues! Edad de flores,
suave estación es esta:
nada más te diré; pero no llores
si se retarda tu anhelada fiesta.

Giacomo Leopardi: 1798 - 1837, Italia

Todos cuantos te buscan te tientan (Rainer Maria Rilke)

 Todos cuantos te buscan te tientan

Rainer Maria Rilke

Todos cuantos te buscan te tientan.
Y quienes te encuentran te atan
al gesto y a la imagen.

Yo en cambio quiero comprenderte
como te comprende la tierra;
con mi madurar
madura tu reino.

No quiero de ti vanidad alguna
que te demuestre.
Sé que el tiempo
no se llama como tú.

No hagas por mí milagros.
Da la razón a tus leyes
que de generación en generación
se tornan más visibles.

Por ti, para que tú un día llegaras
Por ti, para que tú un día llegaras,
¿no respiraba yo a media noche
el flujo que ascendía de las noches?
Porque esperaba, con magnificencias
casi inagotables, saciar tu rostro
cuando reposó una vez contra el mío
en infinita suposición.
Silencioso se hizo espacio en mis rasgos;
para responder a tu gran mirada
se espejaba, se ahondaba mi sangre.
¡Qué expresión fue sembrada en mi interior
para que, cuando crece tu sonrisa,
proyecte sobre ti espacio cósmico!
Pero tú no vienes, o vienes demasiado tarde.
Precipitaros, ángeles, sobre este
linar azul. ¡Segad, segad, oh ángeles!



Rainer Maria Rilke: 1875 Austria – 1929 Suiza.

Rainer Maria Rilke fue considerado uno de los poetas más importantes en alemán y de la literatura universal.

Sus obras fundamentales son las Elegías de Duino y los Sonetos a Orfeo.

Espergesia (Cesar Vallejo)

 Espergesia

Cesar Vallejo

César Vallejo


Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.

Todos saben que vivo,
que soy malo; y no saben
del diciembre de ese enero.
Pues yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.

Hay un vacío
en mi aire metafísico
que nadie ha de palpar:
el claustro de un silencio
que habló a flor de fuego.

Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.

Hermano, escucha, escucha…
Bueno. Y que no me vaya
sin llevar diciembres,
sin dejar eneros.

Pues yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.

Todos saben que vivo,
que mastico… y no saben
por qué en mi verso chirrían,
oscuro sinsabor de féretro,
luyidos vientos
desenroscados de la Esfinge
preguntona del Desierto.

Todos saben… Y no saben
que la Luz es tísica,
y la sombra gorda…
Y no saben que el misterio sintetiza…
que él es la joroba
musical y triste que a distancia denuncia
el paso meridiano de las lindes a las Lindes.

Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo,
grave.

César Abraham Vallejo Mendoza: Perú 1892 - Francia 1938
Cesar Vallejo fue poeta y escritor.

Tierra Baldia (Ezra Pound)

 Tierra Baldia

Ezra Pound
1ra. parte: El entierro de los muertos

El mes más cruel es abril, 
porque nutre lilas fuera de la tierra muerta,
 porque mezcla memoria con deseo, 
porque agita apagadas raíces con lluvia primaveral.
Nos calentó el invierno, cubriendo
la tierra con su nieve aliviadora, alimentando
aún algo de vida con tubérculos secos.
Nos sorprendió el verano, sobre el Starnbergersee
con un poco de lluvia; nos detuvimos en la columnata,
y seguimos al sol, hacia el Hofgarten,
y tomamos café, y hablamos una hora.
Y cuando éramos niños, en el hogar del archiduque,
mi primo, él me llevó en trineo, y yo estaba asustada. 
Él dijo: Marie, Marie, ágarrate bien fuerte. 
Montaña, Noche, Desnudo, Ventana, Silencioso,
Cansado, Enfermo, Tierra, y hacia abajo nos fuimos.
Allá en las montañas, qué libre me sentía.
Leo mucho de noche y en invierno voy al sur.
Y he conocido también los brazos, los conozco todos… 
Brazos con pulseras, blancos y desnudos
(pero a la luz de la lámpara con suave y castaña pelusa). 
¿Es el perfume de un vestido
lo que me hace divagar tanto?
Brazos apoyados en una mesa o envueltos en un chal. 
¿Y tengo pues que suponer?
¿Y cómo debería empezar?
¿Debo decir, he ido al caer el día por calles estrechas
y he visto el humo que asciende de las pipas
de hombres solitarios en mangas de camisa, 
asomándose a las ventanas…?
Tendría que haber sido un par de pinzas dentadas escabulléndome 
en los fondos de mares silenciosos.
¡Y la tarde que anochece duerme con tanta paz!
Acariciado por largos dedos,
medio dormido… cansado… o finge estar enfermo,
tumbado en el suelo, aquí a nuestro lado.
¿Debería, tras el té y el pastel y los helados,
tener la fuerza para forzar el momento de la crisis?
Pero aunque haya llorado y ayunado, llorado y rezado,
aunque haya visto mi cabeza (un poco calva ya) presentada sobre una
bandeja, no soy ningún profeta; y no es que importe mucho.
He visto titilar el momento de mi grandeza
y he visto al eterno criado tener mi abrigo, aguantándose la risa,
y en fin, me entró miedo.
Y habría valido la pena, después de todo,
después de las tazas, la confitura, el té,
entre la porcelana, en alguna de nuestras charlas,
habría valido la pena,
haber encarado el tema con una sonrisa,
haber metido el universo en una bola
y lanzarla hacia una cuestión comprometida,
decir: Soy Lázaro, he vuelto de entre los muertos,
he vuelto para deciros a todos, os voy a decir a todos….
Si alguien, colocándose un cojín en la cabeza, 
dijera: No es lo que quería decir,
no es esto en absoluto.
¿Y habría valido la pena, después de todo,
habría valido la pena,
después de los crepúsculos y los patios 
y las calles mojadas,
después de las novelas, las tazas de té, 
después de las faldas que rozan el
suelo, y esto y tanto más?
¡Es imposible expresar lo que quiero decir!
Pero como si una linterna mágica proyectara los nervios
 con dibujos en una pantalla:
«No es esto en absoluto,
no es lo que quería decir, para nada».
¡No! No soy el príncipe Hamlet ni pretendía serlo; 
soy un consejero real, uno que servirá
para hacer avanzar la trama, iniciar una o dos escenas, 
advertir al príncipe; sin duda un peón fácil, deferente, 
contento de ser útil,
político, cauto, minucioso;
muy sentencioso, pero un poco obtuso,
a ratos, de hecho, casi ridículo…
casi, a ratos, el bufón.
Estoy viejo… estoy viejo…
Llevaré doblados los bajos del pantalón.
¿Tendría que peinarme hacia atrás? 
¿Debería comerme un melocotón? 
Llevaré pantalones de franela blanca 
y caminaré por la playa.
He oído a las sirenas cantándose, cara a cara.
No creo que canten para mí.
Las he visto cabalgar hacia el mar sobre las olas 
peinando el cabello blanco de las olas sopladas 
cuando el viento sopla el agua negra y blanca.
habría valido la pena
si alguien, colocándose un cojín o quitándose un chal, 
y volviéndose hacia la ventana, dijera:
Nos hemos demorado en las estancias del mar
con chicas marinas coronadas de algas rojas y pardas
hasta que voces humanas nos despiertan 
y nos hundimos en el agua.

Ezra Weston Loomis Pound: Estados Unidos 1885 - Italia 1972
Fue poeta, ensayista, músico y crítico estadounidense.

Confesión (Charles Baudelaire)

 Confesión

Charles Baudelaire

Una vez, una sola, mujer dulce y amable,
En mi brazo el vuestro pulido
Se apoyó sobre del denso fondo de mi alma
Ese recuerdo no ha palidecido;

Era tarde; al igual que una medalla nueva,
La Luna llena apareció,
Y la solemnidad nocturna, como un río,
Sobre París dormido se extendía.

Los gatos, por debajo de las puertas de coches,
Deslizábanse furtivos
El oído al acecho o, como sombras caras,
Nos seguían despacio.

Y de súbito, en medio de aquella intimidad,
Abierta en la luz pálida,
De Vos, rico y sonoro instrumento en que vibra
La más luminosa alegría,

De vos, clara y alegre igual que una fanfarria
En la mañana chispeante,
Una quejosa nota, una insólita nota
Vacilante se escapó,

Como un niño sombrío, horrible y enfermizo
Que a su familia avergonzara,
Y al que durante años, para ocultarlo al mundo,
En una cueva habría encerrado.

Vuestra discorde nota, ¡mi pobre ángel! cantaba:
«Que aquí abajo nada es firme,
Y que siempre, aunque mucho se disfrace,
El egoísmo humano se traiciona;

Que es un oficio duro el de mujer hermosa
Y que es más bien tarea banal,
De la loca y helada bailarina fijada
En maquinal sonrisa;

Que fiar en corazones es algo bien estúpido;
Que es todo trampa, belleza y amor,
Y al final el Olvido los arroja a un cesto
¡Y los torna a la Eternidad!»

Esa luna encantada evoqué con frecuencia,
Ese silencio y esa languidez,
Y aquella confidencia penosa, susurrada
Del corazón en el confesionario.

Charles Baudulaire: Francia 1821 - 1867.

Charles Pierre Baudelaire: incluido en los poetas malditos de Francia.


Sweeney entre los ruiseñores (T. S. Eliot)

 Sweeney entre los ruiseñores

T. S. Eliot

Sweeney cuello de simio extiende sus rodillas
Descolgando sus manos para reír,
Hinchándose hasta parecer Jirafa
Los círculos de la luna tormentosa
Se deslizan hacia el este, hacia el río de la Plata.
La Muerte y el cuerpo se desvían arriba
Y Sweeney guarda los pórticos encornados.
El tenebroso Orión y el perro
Están velados; y calmados los estremecidos mares;
La persona en la capa española
Trata de sentarse sobre las rodillas de Sweeney;
Resbala y empuja el mantel de la mesa
Vuelca una taza de café
Se reorganiza en el suelo
Bosteza y se sube una media;
El hombre silencioso vestido de marrón moka
Se deja caer en el alfeizar de la ventana y bosteza;
El camarero trae naranjas
Bananas, higos y uvas de invernadero;
El silencioso vertebrado marrón
Se contrae y concentra, se quita.

Rachel Née Rabinovich
Arranca las uvas con garras asesinas;
Ella y la dama en la capa
son sospechosas, se piensa están ligadas;
Por lo tanto el hombre con ojos pesados
Rechaza el gambito, muestra fatiga;
Deja el cuarto y reaparece
Fuera de la ventana, inclinándose
Ramas de glicinas
Circunscriben una mueca dorada.
El anfitri6n conversa con alguien indistinto
Conversa aparte en la puerta,
Los ruiseñores están cantando cerca
Del convento del Sagrado Corazón
Y cantaron dentro de la arboleda sangrienta
Cuando Agamenón gritó
Y dejaron caer su líquido dividido
Para mancillar el duro, deshonrado sudario.

T S Eliot: Inglaterra 1888 – 1915
Thomas Stearns Eliot, conocido como T. S. Eliot, fue un poeta, dramaturgo y crítico literario británico - estadounidense.

Ojos astrales (José Hernández)

x   José Hernández Si Dios un día, cegara toda fuente de luz, el universo se alumbraría con esos ojos que tienes tú. Pero si lleno de  agrio...