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La luna (Jaime Sabines)

 La Luna

Jaime Sabines

La Luna se puede tomar a cucharadas
o como una cápsula cada dos horas.
Es buena como hipnótico y sedante
y también alivia
a los que se han intoxicado de filosofía.

Un pedazo de luna en el bolsillo
es mejor amuleto que la pata de conejo:
sirve para encontrar a quien se ama,
para ser rico sin que lo sepa nadie
y para alejar a los médicos y las clínicas.

Se puede dar de postre a los niños
cuando no se han dormido,
y unas gotas de luna en los ojos de los ancianos
ayudan a bien morir.

Pon una hoja tierna de la luna
debajo de tu almohada
y mirarás lo que quieras ver.
Lleva siempre un frasquito del aire de la luna
para cuando te ahogues,
y dale la llave de la luna
a los presos y a los desencantados.

Para los condenados a muerte
y para los condenados a vida
no hay mejor estimulante que la luna
en dosis precisas y controladas.

Jaime Sabines: México 1929 - 1999
Poeta

Tu nombre (Jaime Sabines)

 Tu nombre

Jaime Sabines

Trato de escribir en la oscuridad tu nombre.
Trato de escribir que te amo.
Trato de decir a oscuras todo esto.
No quiero que nadie se entere,
que nadie me mire a las tres de la mañana
paseando de un lado a otro de la estancia,
loco, lleno de ti, enamorado.
Iluminado, ciego, lleno de ti, derramándote.
Digo tu nombre con todo el silencio de la noche,
lo grita mi corazón amordazado.
Repito tu nombre, vuelvo a decirlo,
lo digo incansablemente,
y estoy seguro que habrá de amanecer.

Jaime Sabines: México 1929 - 1999

Te quiero a las diez de la mañana (Jaime Sabines)

 Te quiero a las diez de la mañana 

Jaime Sabines

Te quiero a las diez de la mañana, 
y a las once,
y a las doce del día. 
Te quiero con toda mi alma y
con todo mi cuerpo, 
a veces, en las tardes de lluvia.

Pero a las dos de la tarde, 
o a las tres, cuando me
pongo a pensar en nosotros dos, 
y tú piensas en la
comida o en el trabajo diario,
 o en las diversiones
que no tienes, me pongo a odiarte sordamente, con
la mitad del odio que guardo para mí.

Luego vuelvo a quererte, 
cuando nos acostamos y
siento que estás hecha para mí,
 que de algún modo
me lo dicen tu rodilla y tu vientre, 
que mis manos
me convencen de ello, 
y que no hay otro lugar en
donde yo me venga, a donde yo vaya, 
mejor que tu cuerpo. 

Tu vienes toda entera a mi encuentro, y
los dos desaparecemos un instante, 
nos metemos en la boca de Dios, 
hasta que yo te digo que tengo
hambre o sueño.

Todos los días te quiero y te odio 
irremediablemente.
Y hay días también, hay horas, 
en que no te conozco, 
en que me eres ajena 
como la mujer de otro, 
Me preocupan los hombres, 
me preocupo yo, 
me distraen mis penas. 
Es probable que no piense
en ti durante mucho tiempo. 
Ya ves 
¿Quién podría quererte menos que yo amor mío?

Jaime Sabines Gutiérrez, México 1926 - 1999.

Ojos astrales (José Hernández)

x   José Hernández Si Dios un día, cegara toda fuente de luz, el universo se alumbraría con esos ojos que tienes tú. Pero si lleno de  agrio...