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Tres palabras de fortaleza (Friedrich Schiller)

 Tres palabras de fortaleza 

 Friedrich Schiller

Hay tres lecciones que yo trazara
con pluma ardiente que hondo quemara,
dejando un rastro de luz bendita
doquiera un pecho mortal palpita.

Ten esperanza. Si hay nubarrones,
si hay desengaños y no ilusiones,
descoge el ceño, su sombra es vana,
que a toda noche sigue un mañana.

Ten Fe. Doquiera tu barca empujen
brisas que braman u ondas que rugen,
Dios (no lo olvides) gobierna el cielo,
y tierra, y brisas, y barquichuelo.

Ten Amor, y ama no a un ser tan sólo,
que hermanos somos de polo a polo,
y en bien de todos tu amor prodiga,
como el sol vierte su lumbre amiga.

¡Crece, ama, espera! graba en tu seno
las tres, y aguarda firme y sereno
fuerzas, donde otros tal vez naufraguen,
luz, cuando muchos a oscuras vaguen.

Friedrich Schiller (1759 - 1805) Alemanía

Tu nombre (Jaime Sabines)

 Tu nombre

Jaime Sabines

Trato de escribir en la oscuridad tu nombre.
Trato de escribir que te amo.
Trato de decir a oscuras todo esto.
No quiero que nadie se entere,
que nadie me mire a las tres de la mañana
paseando de un lado a otro de la estancia,
loco, lleno de ti, enamorado.
Iluminado, ciego, lleno de ti, derramándote.
Digo tu nombre con todo el silencio de la noche,
lo grita mi corazón amordazado.
Repito tu nombre, vuelvo a decirlo,
lo digo incansablemente,
y estoy seguro que habrá de amanecer.

Jaime Sabines: México 1929 - 1999

No rechaces los sueños por ser sueños (Pedro Salinas)

 No rechaces los sueños por ser sueños

Pedro Salinas

No rechaces los sueños por ser sueños
Todos los sueños pueden
ser realidad, si el sueño no se acaba.
La realidad es un sueño. Si soñamos
que la piedra es la piedra, eso es la piedra.
Lo que corre en los ríos no es un agua,
es un soñar, el agua, cristalino.
La realidad disfraza
su propio sueño, y dice:
Yo soy el sol, los cielos, el amor.
Pero nunca se va, nunca se pasa,
si fingimos creer que es más que un sueño.
Y vivimos soñándola. Soñar
es el modo que el alma
tiene para que nunca se le escape
lo que se escaparía si dejamos
de soñar que es verdad lo que no existe.
Sólo muere
un amor que ha dejado de soñarse
hecho materia y que se busca en tierra.

Sin voz desnuda

Sin armas. Ni las dulces
sonrisas, ni las llamas
rápidas de la ira.
Sin armas. Ni las aguas
de la bondad sin fondo,
ni la perfidia, corvo pico.
Nada. Sin armas. Sola.

Ceñida en tu silencio.
Sí y no, mañana y cuando,
quiebran agudas puntas
de inútiles saetas
en tu silencio liso
sin derrota ni gloria.
¡Cuidado!, que te mata
fría, invencible, eterna
eso, lo que te guarda,
eso, lo que te salva,
el filo del silencio que tú aguzas.

Pedro Salinas Serrano: España 1891 -  Estados Unidos 1951.

Te quiero a las diez de la mañana (Jaime Sabines)

 Te quiero a las diez de la mañana 

Jaime Sabines

Te quiero a las diez de la mañana, 
y a las once,
y a las doce del día. 
Te quiero con toda mi alma y
con todo mi cuerpo, 
a veces, en las tardes de lluvia.

Pero a las dos de la tarde, 
o a las tres, cuando me
pongo a pensar en nosotros dos, 
y tú piensas en la
comida o en el trabajo diario,
 o en las diversiones
que no tienes, me pongo a odiarte sordamente, con
la mitad del odio que guardo para mí.

Luego vuelvo a quererte, 
cuando nos acostamos y
siento que estás hecha para mí,
 que de algún modo
me lo dicen tu rodilla y tu vientre, 
que mis manos
me convencen de ello, 
y que no hay otro lugar en
donde yo me venga, a donde yo vaya, 
mejor que tu cuerpo. 

Tu vienes toda entera a mi encuentro, y
los dos desaparecemos un instante, 
nos metemos en la boca de Dios, 
hasta que yo te digo que tengo
hambre o sueño.

Todos los días te quiero y te odio 
irremediablemente.
Y hay días también, hay horas, 
en que no te conozco, 
en que me eres ajena 
como la mujer de otro, 
Me preocupan los hombres, 
me preocupo yo, 
me distraen mis penas. 
Es probable que no piense
en ti durante mucho tiempo. 
Ya ves 
¿Quién podría quererte menos que yo amor mío?

Jaime Sabines Gutiérrez, México 1926 - 1999.

A la puesta del sol (Giacomo Leopardi)

 A la puesta del sol

Giacomo Leopardi

A la puesta del sol, la alegre niña
torna de la campiña
con su haz de yerba y el florido ramo
en que lucen al par violeta y rosa,
y que, inocente, apresta
para adornar gozosa
pecho y cabellos al llegar la fiesta.
A par con la vecina
siéntase a hilar en el umbral la anciana
volviendo el rostro al astro que declina,
y se transporta a la estación lejana
cuando, aún fresca doncella,
danzaba al terminarse la semana,
con sus amigas de la edad más bella.
El aire se obscurece,
se matizan de azul los horizontes,
y descienden las sombras de los montes
cuando la luna cándida aparece.
La torre de la villa
la fiesta anuncia, y sus alegres sones
bajan a confortar los corazones.
Sobre la plaza la vivaz cuadrilla
de rapaces gritando
y aquí y allí saltando,
alza rumor que anima y alboroza;
mientras silbando el labrador regresa
y sentado a su mesa
con el descanso que prevé, se goza.

Cuando el silencio con la sombra crece
y toda luz fenece,
oigo el martillo que tenaz golpea
en el taller, do el oficial se afana
por dejar terminada la tarea
antes de que despunte la mañana.

Este es de la semana
el más hermoso y el postrero día.
Mañana tornarán fastidio y pena,
y a la habitual faena
cada cual volverá como solía.

¡Jovencillo gracioso!
Tu dulce edad florida
es como un día de alborozo lleno,
día claro y sereno,
que precede a la fiesta de tu vida.
¡Goza, gózalo pues! Edad de flores,
suave estación es esta:
nada más te diré; pero no llores
si se retarda tu anhelada fiesta.

Giacomo Leopardi: 1798 - 1837, Italia

Tristitia (Abrahan Valdelomar)

 Tristitia 

Abrahan Valdelomar

Mi infancia, que fue dulce, serena, triste y sola,
se deslizó en la paz de una aldea lejana,
entre el manso rumor con que muere una ola
y el tañer doloroso de una vieja campana.

Dábame el mar la nota de su melancolía;
el cielo, la serena quietud de su belleza;
los besos de mi madre, una dulce alegría,
y la muerte del sol, una vaga tristeza.

En la mañana azul, al despertar, sentía
el canto de las olas como una melodía
y luego el soplo denso, perfumado, del mar,
y lo que él me dijera, aún en mi alma persiste;

Mi padre era callado y mi madre era triste
y la alegría nadie me la supo enseñar.

¡No hagáis ruido! Parece como que se despierta…

Abraham Valdelomar: Ica, Perú, 1888 - Ayacucho, Perú, 1919

Se equivocó la paloma (Rafael Alberti)

 Se equivocó la paloma

Rafael Alberti

Se equivocaba,
Por ir al Norte, fue al Sur.
Creyó que el trigo era agua.
Se equivocaba.

Creyó que el mar era el cielo;
que la noche la mañana.
Se equivocaba.

Que las estrellas eran rocío;
que la calor, la nevada.
Se equivocaba.

Que tu falda era tu blusa;
que tu corazón su casa.
Se equivocaba.

Ella se durmió en la orilla.
Tú, en la cumbre de una rama.

Rafael Alberti: 1902 - 1999, España.

La vida es sueño, Monólogo de Segismundo (Calderón de la Barca)

  La vida es sueño Monólogo de Segismundo Calderón de la Barca                                                                      Sueña el...