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A la puesta del sol (Giacomo Leopardi)

 A la puesta del sol

Giacomo Leopardi

A la puesta del sol, la alegre niña
torna de la campiña
con su haz de yerba y el florido ramo
en que lucen al par violeta y rosa,
y que, inocente, apresta
para adornar gozosa
pecho y cabellos al llegar la fiesta.
A par con la vecina
siéntase a hilar en el umbral la anciana
volviendo el rostro al astro que declina,
y se transporta a la estación lejana
cuando, aún fresca doncella,
danzaba al terminarse la semana,
con sus amigas de la edad más bella.
El aire se obscurece,
se matizan de azul los horizontes,
y descienden las sombras de los montes
cuando la luna cándida aparece.
La torre de la villa
la fiesta anuncia, y sus alegres sones
bajan a confortar los corazones.
Sobre la plaza la vivaz cuadrilla
de rapaces gritando
y aquí y allí saltando,
alza rumor que anima y alboroza;
mientras silbando el labrador regresa
y sentado a su mesa
con el descanso que prevé, se goza.

Cuando el silencio con la sombra crece
y toda luz fenece,
oigo el martillo que tenaz golpea
en el taller, do el oficial se afana
por dejar terminada la tarea
antes de que despunte la mañana.

Este es de la semana
el más hermoso y el postrero día.
Mañana tornarán fastidio y pena,
y a la habitual faena
cada cual volverá como solía.

¡Jovencillo gracioso!
Tu dulce edad florida
es como un día de alborozo lleno,
día claro y sereno,
que precede a la fiesta de tu vida.
¡Goza, gózalo pues! Edad de flores,
suave estación es esta:
nada más te diré; pero no llores
si se retarda tu anhelada fiesta.

Giacomo Leopardi: 1798 - 1837, Italia

La princesa esta triste (Rubén Darío)

 La princesa esta triste

Rubén Darío

La princesa está triste.. Qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
La princesa está pálida en su silla de oro;
está mudo el teclado de su clave sonoro,
y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor.

El jardín puebla el triunfo de los pavos reales.
Parlanchina, la dueña dice cosas banales,
y vestido de rojo piruetea el bufón.
La princesa no ríe, la princesa no siente;
la princesa persigue por el cielo de Oriente
la libélula vaga de una vaga ilusión.

¿Piensa acaso en el príncipe de Golconda o de China,
o en el que ha detenido su carroza argentina
para ver de sus ojos la dulzura de luz?
¿O en el rey de las islas de las rosas fragantes,
o en el que es soberano de los claros diamantes,
o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz?

¡Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa
quiere ser golondrina, quiere ser mariposa,
tener alas ligeras, bajo el cielo volar;
ir al sol por la escala luminosa de un rayo,
saludar a los lirios con los versos de Mayo,
o perderse en el viento sobre el trueno del mar.

Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata,
ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata,
ni los cisnes unánimes en el lago de azur.
Y están tristes las flores por la flor de la corte;
los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte,
de Occidente las dalias y las rosas del Sur.

¡Pobrecita princesa de los ojos azules!
Está presa en sus oros, está presa en sus tules,
en la jaula de marmol del palacio real;
el palacio soberbio que vigilan los guardas,
que custodian cien negros con sus cien alabardas,
un lebrel que no duerme y un dragón colosal.

¡Oh, quién fuera hipsipila que dejó la crisálida!
La princesa está triste; la princesa está pálida.
¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil!
¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe,
la princesa está pálida; la princesa está triste,
más brillante que el alba, más hermoso que Abril!

Calla, calla, princesa, dice el hada madrina,
en caballo con alas hacia aquí se encamina,
en el cinto la espada y en la mano el azor,
el feliz caballero que te adora sin verte,
y que llega de lejos, vencedor de la muerte,
a encenderte los labios con su beso de amor.

Ruben Darío: 1867 - 1916, Nicaragua.

Soneto (Rafael Alberti)

 Soneto 

Rafael Alberti

Oh tú mi amor, la de subidos senos
en punta de rubíes levantados
los más firmes, pulidos, deseados,
llenos de luz y de penumbra llenos.

Hermosos, dulces, mágicos, serenos
o en la batalla erguidos, agitados,
o ya en juegos de puro amor besados,
gráciles corzas de dormir morenos.

Oh tú mi amor, el esmerado estilo
de tu gran hermosura que en sigilo
casi muriendo alabo a toda hora.

Oh tú mi amor, yo canto la armonía
de tus perfectos senos la alegría
al ver que se me abren cada aurora.

Rafael Alberti: 1902 - 1999, España.

El rostro vi de mi difunta esposa (John Milton)

 El rostro vi de mi difunta esposa

John Milton

El rostro vi de mi difunta esposa,
devuelta, como Alceste, de la muerte,
con que Hércules acrecentó mi suerte,
lívida y rescatada de la fosa.

Mía, incólume, limpia, esplendorosa,
pura y salvada por la ley tan fuerte,
y contemplo su hermoso cuerpo inerte
como el que está en el cielo en que reposa.

De blanco a mí llegó toda vestida,
cubierto el rostro, y alcanzó a mostrarme
que en amor y en bondad resplandecía.

¡Cuánto brillo, reflejo de su vida!
Pero ¡ay! que se inclinó para abrazarme
y desperté y vi en noche vuelto el día.

John Milton, Inglaterra 1608 - 1674.
Está considerado uno de los mejores poetas en lengua inglesa

Ojos astrales (José Hernández)

x   José Hernández Si Dios un día, cegara toda fuente de luz, el universo se alumbraría con esos ojos que tienes tú. Pero si lleno de  agrio...