Égloga I (fragmento)
Nemoroso
Garcilaso de la Vega,
La primera pieza de Garcilaso está dedicada al virrey de Nápoles don Pedro de Toledo y describe el canto de dos personajes campestres entre la salida del sol y su ocaso.
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Égloga I (fragmento)
Nemoroso
Yo soy un hombre sincero
Acércate cholito
Félix Luna
Es claro que estarán el puente y la alameda,
recuerdos de un Perú bonito de evocar,
pero también verás un horizonte iluminado
por una madrugada que ya nada detendrá.
Ven pronto que esto sí, merece verse aquí de cerca,
Un pueblo que renueva de los Incas el solar.
Y en el costado mismo de la América que crece
su esperanza ya estremece con su canto popular.
Ven pronto que un Perú recién nacido ya te espera,
Hay un reflejo nuevo en la sierra y en el mar.
Con aire jaranero de vals criollo y marinera
compañero, compañera te esperamos por acá.
Acércate al Perú, ven pues, no te demores,
que hay mucho para ver y para imaginar
en un vagabundeo de callejas y balcones
una magia de otro tiempo a tus ojos se abrirá.
Sabrás de aquel virrey que amó a la Perricholi
contar su viejo amor a orillas del Rímac
pero desvaneciendo aquellas sombras del pasado
hay un Perú que aguarda tu visita fraternal.
Tristitia
Sonetos para Helena
Pierre de Ronsard
I
Hoy, primero de mayo, Helena, yo te juro
por Cástor y por Polux, tus hermanos gemelos,
por la vid enlazada al tronco de los olmos,
por los prados, los bosques erizados de verde,
por la estación primera de la Naturaleza,
por el cristal que corre por el fondo del río
y por los ruiseñores, milagro de los pájaros,
que sólo has de ser tú mi última aventura.
Únicamente tú me gustas; pues si amo
tu juventud ha sido por elección, no azar:
y voluntariamente acepto mi pasión.
Me confieso hacedor de mi propia fortuna:
virtud me ha conducido a esta afectividad.
Si la virtud me engaña, adiós bella Querida.
II
Bebiendo a largos tragos el fulgor amoroso
que exhala la belleza de tus ojos, me ciego.
Turbada la razón y el alma, no disfruto,
y, como ebrio de amor, se tambalea mi cuerpo.
Me late el corazón en las sienes, se enfría
mi calor natural de miedo, mis sentidos
deshechos se eternizan, y quedas satisfecha
de adquirir, por mi muerte, fama de crueldad.
Tu mirar fulminante me traspasa la piel,
el corazón, el cuerpo, con sus rayos cual saetas
que me alcanzan el alma; y, si quiero dolerme
o pedir compasión de este mal que recibo,
de tal modo me oprime tu crueldad la voz
que no me atrevo a hablar por temor a tus ojos.
Oda a la melancolía
Soneto 1
Poesía eres tú
Catedral de San Basilio
La vida es sueño Monólogo de Segismundo Calderón de la Barca Sueña el...