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Noche oscura (San Juan de la Cruz)

 Noche oscura (San Juan de la Cruz)

San Juan de la Cruz

En una noche oscura
con ansias, en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada.

A oscuras, y segura,
por la secreta escala disfrazada,
¡Oh dichosa ventura!
a oscuras, y en celada,
estando ya mi casa sosegada.

En la noche dichosa
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía,
sino la que en el corazón ardía.

Aquesta me guiaba
más cierto que la luz del mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.

¡Oh noche que guiaste!
¡Oh noche amable más que la alborada:
oh noche que juntaste
Amado con Amada.
Amada en el Amado transformada!

En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.

El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería,
y todos mis sentidos suspendía.

Quedeme, y olvideme,
el rostro recliné sobre el Amado,
cesó todo, y dejeme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.

San Juan de la Cruz: 1542 - 1591, España

A la Luna (Giacomo Leopardi)

 A la Luna

Giacomo Leopardi

Oh luna graciosa, recuerdo
que ahora cumple el año, sobre esta colina
Lleno de angustia vine a mirarte:
y entonces estabas colgando sobre ese bosque

Como lo haces ahora, arriesguémoslo todo.
Pero confuso y tembloroso de lágrimas
que se elevó en mi borde, en mis luces
tu cara se ve tan preocupada
era mi vida: y lo es, ni cambia de estilo,
oh mi amada luna. 

Y sin embargo me beneficia
recuerdo y recordación de la época
de mi dolor. Oh que agradecidos debemos estar
en la juventud, cuando aún es larga
a esperanza y la memoria son cortas,
el recuerdo de cosas pasadas,
aunque sea triste, ¡y que dure la ansiedad!

Giacomo Leopardi: 1798 - 1837, Italia.

A su amada (Pierre de Ronsard)

 A su amada 

Pierre de Ronsard

Mi pequeña palomita, 
mi pequeña, toda linda, 
perlita mía, besadme: 
con la boca toda llena 
de amor, quitadme la pena 
de mi amoroso cuidado.

Cuando yo os diga: niña mía 
acercaos, necesito 
nueve besos a la vez, 
dadme solamente tres, 
como los que Diana guerrera 
le. dio a Febo su hermano 
y la Aurora a su viejo… 
Luego, retirad la boca,
 y lejos, toda esquivez,
 huid con pie bullicioso.

Como un toro por el prado 
corre detrás de su amada, 
así yo, lleno de ira, 
correré, loco, tras vos, 
y sujeta con fuerte mano 
os retendré, de igual modo 
que un águila al tembloroso pichón. 
Entonces, fingiéndoos ruborosa 
de darme los otros besos, 
iniciaréis vos el gesto.

Pero en vano estaréis colgada 
de mi cuello, esperando 
(los ojos un poco bajos) 
perdón de mi pecho herido. 
Pues en lugar de seis he de pediros 
más besos que estrellas nunca 
tuviera el cielo; más que arena 
se acumula en la orilla 
arrastrada por el agua 
cuando airada se estrella contra las rocas.

Pierre de Ronsard: 1524 - 1585 Francia.

Oda a la melancolía (John Keats)

 Oda a la melancolía

John Keats

No vayas al Leteo ni exprimas el morado
acónito buscando su vino embriagador;
no dejes que tu pálida frente sea besada
por la noche, violácea uva de Proserpina.
No hagas tu rosario con los frutos del tejo
ni dejes que polilla o escarabajo sean
tu alma plañidera, ni que el búho nocturno
contemple los misterios de tu honda tristeza.
Pues la sombra a la sombra regresa, somnolienta,
y ahoga la vigilia angustiosa del espíritu.


Pero cuando el acceso de atroz melancolía
se cierna repentino, cual nube desde el cielo
que cuida de las flores combadas por el sol
y que la verde colina desdibuja en su lluvia,
enjuga tu tristeza en una rosa temprana
o en el salino arco iris de la ola marina
o en la hermosura esférica de las peonías;
o, si tu amada expresa el motivo de su enfado,
toma firme su mano, deja que en tanto truene
y contempla, constante, sus ojos sin igual.


Con la belleza habita, belleza que es mortal.
También con la alegría, cuya mano en sus labios
siempre esboza un adiós; y con el placer doliente
que en tanto la abeja liba se torna veneno.
Pues en el mismo templo del Placer, con su velo
tiene su soberano numen Melancolía,
aunque lo pueda ver sólo aquel cuya ansiosa
boca muerde la uva fatal de la alegría.
Esa alma probará su tristísimo poder
y entre sus neblinosos trofeos será expuesta.


John Keats, Londres, Inglaterra, 1795 - Roma, Italia, 1821, Poeta británico

Ojos astrales (José Hernández)

x   José Hernández Si Dios un día, cegara toda fuente de luz, el universo se alumbraría con esos ojos que tienes tú. Pero si lleno de  agrio...