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Ojos astrales (José Hernández)

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 José Hernández



Si Dios un día,
cegara toda fuente de luz,
el universo se alumbraría
con esos ojos que tienes tú.

Pero si lleno de agrios enojos,
por tal blasfemia, 
tus lindos ojos, Dios te arrancase,
para que el mundo 
con la alborada de tu pupila
no se alumbrase.

Aunque quisiera Dios no podría
tender la noche sobre la nada ...
¡ Porque aún el mundo se alumbraría
con el recuerdo de tu mirada !

José Polonio Hernández Hernández, Puerto Rico
: 1892 - 1922.
Poeta

A la Luna (Giacomo Leopardi)

 A la Luna

Giacomo Leopardi

Oh luna graciosa, recuerdo
que ahora cumple el año, sobre esta colina
Lleno de angustia vine a mirarte:
y entonces estabas colgando sobre ese bosque

Como lo haces ahora, arriesguémoslo todo.
Pero confuso y tembloroso de lágrimas
que se elevó en mi borde, en mis luces
tu cara se ve tan preocupada
era mi vida: y lo es, ni cambia de estilo,
oh mi amada luna. 

Y sin embargo me beneficia
recuerdo y recordación de la época
de mi dolor. Oh que agradecidos debemos estar
en la juventud, cuando aún es larga
a esperanza y la memoria son cortas,
el recuerdo de cosas pasadas,
aunque sea triste, ¡y que dure la ansiedad!

Giacomo Leopardi: 1798 - 1837, Italia.

Oda a la inmortalidad (William Wordsworth)

Oda a la inmortalidad
 William Wordsworth

Aunque el resplandor que
en otro tiempo fue tan brillante
hoy esté por siempre oculto a mis miradas.

Aunque mis ojos ya no
puedan ver ese puro destello
que en mi juventud me deslumbraba.

Aunque nada pueda hacer
volver la hora del esplendor en la hierba,
de la gloria en las flores,
no debemos afligirnos,
porque la belleza subsiste 
siempre en el recuerdo.

En aquella primera
simpatía que habiendo
sido una vez,
habrá de ser por siempre;
en los consoladores pensamientos
que brotaron del humano sufrimiento,
y en la fe que mira a través de la muerte.

Gracias al corazón humano
por el cual vivimos;
gracias a sus ternuras, a sus
alegrías y a sus temores, 
la flor más humilde al florecer
puede inspirarme ideas que, a menudo,
se muestran demasiado profundas
para las lágrimas.

William Wordsworth, Cockermouth, 1770, Rydal Mount, 1850, Gran Bretaña, 

En la Doliente Soledad del Domingo (Gioconda Belli)

 En la Doliente Soledad del Domingo 

Gioconda Belli


Aquí estoy, 
desnuda, 
sobre las sabanas solitarias 
de esta cama donde te deseo. 
Veo mi cuerpo, 
liso y rosado en el espejo, 
mi cuerpo 
que fue ávido territorio de tus besos, 
este cuerpo lleno de recuerdos 
de tu desbordada pasión 
sobre el que peleaste sudorosas batallas 
en largas noches de quejidos y risas 
y ruidos de mis cuevas interiores. 
Veo mis pechos 
que acomodabas sonriendo 
en la palma de tu mano, 
que apretabas como pájaros pequeños 
en tus jaulas de cinco barrotes, 
mientras una flor se me encendía 
y paraba su dura corola 
contra tu carne dulce. 
Veo mis piernas, 
largas y lentas conocedoras de tus caricias, 
que giraban rápidas y nerviosas sobre sus goznes 
para abrirte el sendero de la perdición 
hacia mi mismo centro 
y la suave vegetación del monte 
donde urdiste sordos combates 
coronados de gozo, 
anunciados por descargas de fusilerías 
y truenos primitivos. 
Me veo y no me estoy viendo, 
es un espejo de vos el que se extiende doliente 
sobre esta soledad de domingo, 
un espejo rosado, 
un molde hueco buscando su otro hemisferio. 
Llueve copiosamente 
sobre mi cara 
y solo pienso en tu lejano amor 
mientras cobijo 
con todas mis fuerzas, 
la esperanza.


Gioconda Velli (1948) Nicaragua

Si alguien llama a tu puerta (Gabriel García Márquez)

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