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A su amada (Pierre de Ronsard)

 Sonetos para Helena

Pierre de Ronsard

I

Hoy, primero de mayo, Helena, yo te juro
por Cástor y por Polux, tus hermanos gemelos,
por la vid enlazada al tronco de los olmos,
por los prados, los bosques erizados de verde,

por la estación primera de la Naturaleza,
por el cristal que corre por el fondo del río
y por los ruiseñores, milagro de los pájaros,
que sólo has de ser tú mi última aventura.

Únicamente tú me gustas; pues si amo
tu juventud ha sido por elección, no azar:
y voluntariamente acepto mi pasión.

Me confieso hacedor de mi propia fortuna:
virtud me ha conducido a esta afectividad.
Si la virtud me engaña, adiós bella Querida.

II

Bebiendo a largos tragos el fulgor amoroso
que exhala la belleza de tus ojos, me ciego.
Turbada la razón y el alma, no disfruto,
y, como ebrio de amor, se tambalea mi cuerpo.

Me late el corazón en las sienes, se enfría
mi calor natural de miedo, mis sentidos
deshechos se eternizan, y quedas satisfecha
de adquirir, por mi muerte, fama de crueldad.

Tu mirar fulminante me traspasa la piel,
el corazón, el cuerpo, con sus rayos cual saetas
que me alcanzan el alma; y, si quiero dolerme

o pedir compasión de este mal que recibo,
de tal modo me oprime tu crueldad la voz
que no me atrevo a hablar por temor a tus ojos.


Pierre de Ronsard: 1524 - 1585 Francia.

El viaje de Virgilio (Horacio)

 Carminum I, 3 (El viaje de Virgilio)

Horacio

Que la poderosa diosa de Chipre
y los hermanos de Helena, lucientes astros,
y el padre de los vientos te guíen,
y sople el Yápige favorable,
oh nave que me debes a Virgilio, a ti confiado.
Te ruego que lo restituyas incólume
a las regiones Áticas
y conserves así la mitad de mi alma.
De roble y triple acero
estaba rodeado el pecho
de quien atravesó por vez primera
el piélago cruel en frágil balsa,
y no temió los ímpetus del Ábrego
en lucha con los Aquilones,
ni a las Híades tristes,
ni la rabia del Noto,
dueño absoluto del Adriático
que a su gusto levanta o apacigua las olas.
¿Qué cercanía de la muerte infundió miedo
a aquel que con los ojos secos
vio los monstruos nadando,
el mar airado y los infames
arrecifes de Acroceraunia?
En vano un dios prudente
separó la tierra del insociable Océano,
si es que naves impías
surcan prohibidas aguas.
Audaz en perpetrarlo todo,
la raza humana se precipita por el abismo de lo sacrílego;
audaz, el linaje de Jápeto
trajo el fuego a los hombres,
valiéndose de engaños;
y, tras el fuego, arrebatado

Quinto Horacio Flaco: Roma 65  a C.- 8 a C.

Si alguien llama a tu puerta (Gabriel García Márquez)

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