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El rostro vi de mi difunta esposa (John Milton)

 El rostro vi de mi difunta esposa

John Milton

El rostro vi de mi difunta esposa,
devuelta, como Alceste, de la muerte,
con que Hércules acrecentó mi suerte,
lívida y rescatada de la fosa.

Mía, incólume, limpia, esplendorosa,
pura y salvada por la ley tan fuerte,
y contemplo su hermoso cuerpo inerte
como el que está en el cielo en que reposa.

De blanco a mí llegó toda vestida,
cubierto el rostro, y alcanzó a mostrarme
que en amor y en bondad resplandecía.

¡Cuánto brillo, reflejo de su vida!
Pero ¡ay! que se inclinó para abrazarme
y desperté y vi en noche vuelto el día.

John Milton, Inglaterra 1608 - 1674.
Está considerado uno de los mejores poetas en lengua inglesa

Al señor Cyriac Skinner sobre su ceguera (John Milton)

 Al señor Cyriac Skinner sobre su ceguera

John Milton
Tres años ya mis ojos, que se abrieron
a ese mundo exterior sin mancha alguna,
privados de la luz y la fortuna,
se olvidaron de ver lo que antes vieron.

Ya sol, luna y estrellas se perdieron,
hombre y mujer. Disputa inoportuna:
contra el poder del cielo no hay ninguna
razón, sino bogar donde otros fueron.

¿Y preguntas aun qué me sostiene?
La conciencia de haberlos empleado
en libertad, que es noble causa mía,

de lo que toda Europa hablando viene.
Esto del mundo vano me ha salvado:
ser ciego mas feliz. No hay mejor guía.

John Milton, Inglaterra 1608 - 1674.
Está considerado uno de los mejores poetas en lengua inglesa

El paraíso perdido (John Milton)

 El paraíso perdido

John Milton

Si eres aquél ¡Cuán caído y diferente
Te ves de aquél que, en los felices reinos
De la luz, y con trascendente brillo,
Eclipsaba a ángeles a millares
Por más que esplendorosos!… Si eres aquél
Que en mutua alianza, consejo y pensamiento
Unidos, esperanza y riesgo iguales,
En la gloriosa empresa te juntaste
Conmigo aquella vez, el infortunio
Ahora en igual ruina nos enlaza;
En qué abismo caímos de la altura,
Ya lo ves, tanto más poderoso
Él demostró que era con su rayo,
Y hasta entonces ¿quién conocer podía
La fuerza de aquellas terribles armas?
Con todo, ni por ellas ni por cuanto
El fuerte Vencedor pueda infligirnos
Con su ira me arrepiento yo ni cambio,
Aunque haya cambiado el lustre externo,
Aquel firme propósito y altivo
Desdén, sensible al mérito ofendido,
Que a contender con Dios me levantó,
Arrastrando hacia la feroz batalla
Un incontable ejército de espíritus
Que a despreciar su reino se atrevieron,
Y a mí me prefirieron y enfrentaron
Con adverso poder al del más alto
En incierto combate en las llanuras
Del Cielo, y su trono sacudieron.
¿Qué importa que el combate se perdiera?
No todo se ha perdido; la indomable
Voluntad y las ansias de venganza,
El odio inmortal, el valor firme
Que nunca es sometido ni se rinde
¿En qué consiste, pues, no ser vencido?
Esta gloria jamás su ira y potencia
Arrancarán de mí. Doblarme y suplicar
Su gracia de rodillas ensalzado
El poder del que el terror de este brazo
Poco ha puso en peligro su imperio.
Sería humillación, una ignominia
Y vergüenza peor que esta caída;
Ya que por sino ni el poder de dioses
Ni esta empírea substancia fallar puede;
Ya que con la experiencia de este encuentro,
En armas no inferiores y teniendo
Más previsión y una mayor confianza
Podemos sostener con fuerza o fraude
Una eterna, irreconciliable guerra
Contra nuestro Enemigo que hoy triunfante
En exceso de dicha, reina solo
Y detenta la tiranía del Cielo.


John Milton, Inglaterra 1608 - 1674.
Está considerado uno de los mejores poetas en lengua inglesa

Ojos astrales (José Hernández)

x   José Hernández Si Dios un día, cegara toda fuente de luz, el universo se alumbraría con esos ojos que tienes tú. Pero si lleno de  agrio...